Un camino integral

Este dispositivo no es una crítica, sino el paso lógico a la inclusión de las familias, el sujeto y los distintos actores sociales; a una nueva Gestalt, que trasciende el trabajo con el órgano, la conducta, el derecho, la patología. Constituye un modelo integral, que restituye las dimensiones afectadas por un trauma social que se refleja en el concepto de discapacidad, patología y déficit. Trasciende los modelos dualistas: salud-enfermedad, dolor-alegría, belleza-fealdad, bueno-malo, creación-educación, recuperando la sabiduría del afecto humano, la empatía y el respeto por el reconocimiento de las particularidades del otro, de los tiempos, de los recursos.

Los talleristas y therapones,[1] profesionales, docentes y otros que se forman en el devenir experiencial de este camino integral, adquirirán las herramientas para devolver, desde otro lugar, aquello que en un primer momento desintegró a las familias y las Instituciones, a través de la reconstrucción del deseo y un modo de vivir que trascienda el déficit. Los participantes egresarán del dispositivo con las herramientas para intervenir en el shock y en la peregrinación de las familias en llamas.

Este dispositivo genera y favorece el pasaje de las familias hacia la cuarta etapa. Las representaciones, al ser elaboradas por otros familiares que pudieron transitar por las etapas, quedan a disposición. Devuelven humanidad a las familias, a la ciencia y a la educación, desde una palabra experiencial conciliadora, alejándose de la querella que generan los sentimientos de abandono y desamparo social; pues su devenir traumático ya fue metabolizado por el DITAF.

¿Cuál es la función individual, grupal y social del DITAF?

¿Cuál es la función individual, grupal y social del DITAF?

Este dispositivo tiene la función de atravesar los tres subsistemas que componen la sociedad: microsistema (individuo), mesosistema (la familia, las agrupaciones de personas que hacen al contexto de la discapacidad como vecinos, compañeros del aula, del club, etc.) y el exosistema (que está comprendido por las instituciones con sus representantes; entre ellos, los sistemas de salud, educación y legislativo, que apunta a construir, en un marco de Democracia, los paradigmas que se expresan a través de las leyes).

El DITAF es un dispositivo de intervención temprana que opera desde el primer momento del diagnóstico, conteniendo y orientando a las familias, a las PCD y a todos los actores intervinientes. Permitiendo que los efectos devastadores del shock puedan ser considerados estratégicamente en un marco de intervenciones, donde los profesionales y docentes reconozcan el efecto de desamparo que generan, al no conocer cómo transmitir el o los diagnósticos, las prescripciones necesarias y los derechos de las PCD. Si bien el shock o la etapa de peregrinación no se pueden evitar, desde este dispositivo se regulan y transforman nuevas relaciones que se establecerán entre los distintos actores.

Otra función de fundamental importancia del dispositivo es la detección de los “invisibles”. Llamamos invisibles a todas aquellas familias que por estrategias fallidas de las políticas de salud y de educación, de intervenciones desafortunadas de los representantes del Estado, quedan en un estado de exclusión y desamparo tal, que estas familias (e incluso poblaciones) ocultan o no reconocen “la discapacidad”[2] a ser tratada.

ES MUY COMÚN EN TODOS LOS ESTRATOS SOCIALES QUE EL MALTRATO Y EL DESTRATO SUFRIDO DEJEN A LAS FAMILIAS EN UNA SITUACIÓN DE SHOCK CONSTANTE, FUERA DEL SISTEMA, SIN INGRESAR AL DUELO DEL QUE HABLAMOS CON LAS ETAPAS DE ACEPTACIÓN DEL DIAGNÓSTICO.

No olvidemos que en la etapa de shock o embotamiento existe un diagnóstico y por ende alguien que lo transmite, sea profesional de la salud o docente. En los casos mencionados son tan complejos los trámites requeridos –no existen recursos económicos para viajar y mantener los turnos, etc.– que las familias son obligadas a hacer lo que pueden, quedando por fuera del sistema y del entramado social que ubica los derechos y obligaciones para el tratamiento y la inclusión a partir del diagnóstico.

Un ejemplo lo podemos dar desde nuestras intervenciones en distintas localidades de nuestro país. Si bien, a veces, en las localidades de cabecera se cuenta con un Hospital General, allí no se cuenta ni con los profesionales, ni con los recursos para diagnosticar y tratar a la mayoría de los cuadros de alta complejidad. Entonces, se los deriva a otros hospitales y no se considera el dinero para el viaje, el alojamiento y la comida que implica el traslado. Motivo por el cual, las pocas familias que logran llegar –porque para ir tienen que abandonar sus trabajos y dejar a sus otros hijos con familiares y vecinos– no pueden continuar con los tratamientos o las derivaciones a hospitales como el Garrahan o Casa Cuna en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Si expandimos todavía más el lente, podemos considerar lo que ocurre en los parajes que se encuentran en el interior de ciertos distritos. Aquellas familias que no se agrupan en parajes –conjunto de casas cercanas a algún representante del Estado como una Escuela, Sala de primeros auxilios, etc.– son familias que viven en el monte o en zonas desérticas. Allí la pobreza, el aislamiento, el desamparo y la discapacidad se transforman en un “por fuera del sistema”.

Los “invisibles” tienen ahora un dispositivo de intervención temprana que capacita a todos los actores sociales para incluirlos en una trama de tratamientos, de contención y de promoción de derechos. ¿Cómo? La respuesta es sencilla, sin embargo, nos llevará años implementarla. Algún día lograremos que los efectores de salud, los profesionales, docentes, referentes comunitarios y guías espirituales[3] estén capacitados por el DITAF. Cuando tengan las herramientas para intervenir desde el primer momento en una situación de shock, como es el caso de las familias que reciben un diagnóstico y que están insertas en un contexto de inaccesibilidad, pobreza, patologías mentales y otras variables que obstaculizan la inclusión de estas familias en el sistema de salud, de educación y jurídico-administrativo. Este paso tendrá como consecuencia que en las políticas de Estado y en la formación de las Universidades se incluya el DITAF como dispositivo de formación en discapacidad y familia. Hoy, todavía este horizonte está lejos de concretarse, sin embargo, ya dimos el primer paso. Y como dice Lao Tze: “un viaje de mil leguas se inicia con el primer paso”.

[1]  Therapon es una palabra de origen griego que significa “el doble o el gemelo en batalla”. Era la persona asignada para acompañar a alguien en la guerra y realizar los ritos funerales. Como desarrollamos en Familias en llamas, el therapon en este contexto lo utilizamos para definir a aquellas personas que acompañan a los miembros de las familias, sin llegar a ser necesariamente terapeutas profesionales. Son aquellos que entrenados en el DITAF adquieren las herramientas para poder actuar frente a alguien que se encuentre en las tres primeras etapas de aceptación del diagnóstico.
[2]  Aquí podemos identificar las barreras sociales que profundizan el dolor familiar que desarrollaremos más adelante.
[3]  Muchas veces son los pastores, curas, rabinos, etc., los que en una comunidad se transforman en efectores de salud. Visitan a las familias o son visitados por ellas y reciben información que es útil para planificar las primeras intervenciones de rescate de este shock familiar. Por lo que es de fundamental importancia capacitarlos y estar en contacto permanente con ellos.

Diego Ariel Benevento
Psicólogo

(Del libro Familias en tramas, Dispositivo de Intervención Temprana a la Familia,
Buenos Aires: Ediciones DAB, 2020.)