Debía nacer a mediados de abril y por cesárea programada, sin embargo “Dios” quiso que su nacimiento se adelantase dos meses, y así fue como nació un 24 de febrero del año 2001, era el tercer hijo de una familia bien constituida, la cual esperaba deseosamente al nuevo integrante.  Su gestación fue la esperada, sus controles así lo mostraban. Todos estaban ansiosos: padres, hermanos, abuelos, tíos, amigos, todos… todos como todos aquellos que realmente aman lo que desean.

Y así comenzó esta historia.  Rompió bolsa a las cinco de la mañana, y a la una y quince de ese medio día, llegaba a este, un nuevo mundo para él. 

Su padre, después de haber presenciado el parto, esperaba ansioso que los médicos, enfermeras y ayudantes, limpiasen a su niño para poder alzarlo y tenerlo entre sus brazos por primera vez. La espera era más de la habitual, y su padre que ya tenía experiencia en esto, empezaba a impacientar, de repente un médico lo invita a pasar al recinto postquirúrgico, en el cual tenían a su pequeño ya limpito.  Sin tregua ni anestesia, esbozaron: – “Su hijo tiene Síndrome de Down”.  Sereno, tranquilo y atento a los acontecimientos, el padre preguntó detalles sobre esta afirmación y luego, de a poco, médicos y ayudantes se fueron yendo, y quedaron: la enfermera, el niño y él.  Luego de un silencio, la enfermera irrumpió preguntándole al padre si deseaba tener a su hijo en brazos, la respuesta no se hizo esperar, fue con voz clara, precisa y contundente, escuchándose de inmediato un: – “Por supuesto, claro que sí”.

Solos se quedaron, y una sensación de gran bendición bañaba el cuerpo del padre por completo, su emoción era inexplicable, atónito empezó a comprender que el camino elegido por él, de trabajar con personas con discapacidad a nivel deportivo, social, cultural y educativo, por la inclusión, la solidaridad y en defensa de sus derechos, era el camino que Dios le había marcado mucho tiempo antes y que él humildemente había aceptado con gran devoción y responsabilidad, y así fue como sintió una gran paz espiritual muy difícil de explicar.

De pronto entró a la habitación una doctora, y dirigiéndose a él le dijo:- “Lo lamento… lo lamento muchísimo”, muy rápidamente el padre notó la angustia de esta, y le preguntó:- “Doctora, ¿el niño está muerto?”, la doctora, desubicada y sorprendida miró al niño y luego al padre, y enseguida contestó:- No !, :-¿y entonces?, replicó el padre :- ¿Qué es lo que lamenta?, si hay vida hay esperanza, a parte sabe una cosa, hoy es mi cumpleaños, y este niño es un regalo de “Dios”, y no se olvide de felicitarme, porque fui padre por tercera vez, esto para mí es una bendición, esto para mí es un milagro.  La doctora asombrada, felicitó al padre por sentir y pensar de esa manera, y este le agradeció por haber entendido y comprendido su verdadera felicidad.  Después al quedarse nuevamente solo en la habitación con el niño en brazos, el padre miró al cielo y agradeció a Dios semejante enseñanza que habían recibido la doctora, él y todos aquellos que lean o escuchen esta historia verdadera.

    • Nombre del niño: Juan Ignacio Gaiarin
    • Nombre del padre: Juan Carlos Gaiarin
    • Fecha de nacimiento de ambos : 24 de febrero
    • Nombre del Sanatorio: Sanatorio Mitre

                                                              ¡Muchísimas Bendiciones!!!